“Ocupa el Congreso”, “Rodealo”, “Rescata la Democracia”, cuántos lemas, cuántas preguntas sin responder, tensión, nervios acumulados, ganas de cambiar lo que no funciona, ganas de que todo vuelva a ser como antes…Alguien dijo la maldita palabra…¿antes de cuándo? ¿antes de qué?
El 25 S era un día marcado en el calendario, y no precisamente por ser un festivo asociado a una virgen o a un santo determinado, sino por el ser el gran día que todos esperábamos para que la soberanía popular nombrase de nuevo al pueblo “soberano”. Pero también era un gran día para los responsables políticos reunidos en las Cortes y para los mandos policiales, un día señalado con una cruz en el calendario de eventos festivos que ninguna de las partes nos queríamos perder.
Todos estábamos de fiesta, así que fuimos a reunirnos en las plazas, como en los viejos tiempos. Unos portaban trajes oscuros, otros vestían de azul oscuro casi negro, nosotros sin color definido. Los unos estaban escondidos detrás de sus asientos, los otros eran altos y fuertes, nosotros éramos todos diferentes. Los de dentro sonreían, los de fuera no. Pero entre nosotros había invitados especiales que se colaron en la fiesta, sus capuchas negras les delataban, deambulaban entre la muchedumbre, con paso firme, mirada al frente y con las ideas bien claras.