Silencio absoluto en el Circo Price. Una luz, una guitarra y una voz. Comienza el espectáculo. Atrás quedaban cifras espectaculares de la gira Mapas: 107 conciertos, 18 meses, 589.000 espectadores… Por delante dos días y cuatro conciertos de más de dos horas cada uno. Música en estado puro y en un formato único, con arranque acústico, entretiempo sinfónico y final electrónico. Se llaman Vetusta Morla y se han ganado un hueco entre los grandes de este país.
Reconozco que la puesta en escena me generaba dudas: todo el público sentado, ambiente relajado, una orquesta sinfónica y, de momento, ni rastro del famoso bidón de Jorge González que siempre acompaña a la banda. Todo bastante diferente a nuestra “última vez” en el Santander Music Festival. Pero comenzó a sonar la guitarra de Guille Galván y Pucho susurró “No he buscado a nadie y llevó días buscándome yo…”. Un halo de respeto inundó la sala para escuchar esta versión sin micros de Pequeño desastre animal.
Cuatro clásicos como Autocritica, Al respirar y un Mapas recelosos de su turno en el setlist acompañaron al, cada vez menos inédito, Los Buenos para abrir boca y empezar a “conocernos”. Roto el hielo, público y músicos cada vez se sentían más cómodos.
Una banda de 60 personas
Casi sin darnos cuenta llegamos al plato fuerte de la noche, los 60 puestos que llevaban esperando desde el comienzo del concierto empezaron a llenarse. Los instrumentos de cuerda, viento y percusión de la Orquesta Sinfónica Regional de Murcia llenaron el escenario. Llegaba la hora de la verdad y el auténtico salto al vacío de Vetusta que se enfrentaba a un verdadero examen, sin causa benéfica de por medio, ante sus más fieles seguidores. Aquello sonaba bien. Los sonidos se iban empastando poco a poco y, ayudados por acordes muy cinematográficos, caminaban de la mano hacia la perfección final.
Fueron necesarios un par de temas, Escudo humano y Rey Sol para cogerle el aire a este nuevo sonido. Se despachaban grandes temas entre acordes, a ratos delicados, a ratos grandilocuentes, pero confirmando un difícil romance entre el rock y la música clásica. La gente se levantaba para aplaudir y, tímidos, dudaban si sentarse o quedarse de pie. El punto de inflexión lo puso Saharabbey Road, con su mítico «lo, lo, lo, lo, lo, lo, lo, lo… la, la, la, la, la, la, la, la, la», allí no hubo dudas, sobraban las sillas y empezaba la fiesta.
Las Baldosas amarillas nos llevaron a un final digno de lo que acabábamos de ver con una majestuosa interpretación de Los días raros, una de esas canciones con las que todos identificamos algún hecho vivido y que con un par de acordes es capaz de ponerte los pelos de punta.
Y el bidón entró en escena
No hubiese pasado nada si el concierto hubiese acabado ahí, dos horas de clásicos, versiones, público en pie y un final digno de las grandes citas. Un video repasaba los datos de la gira Mapas mientras se vaciaba el escenario. Pero apareció el bidón, el famoso bidón, y eso era sinónimo claro de que quedaban “más regalos por abrir”. Lo que te hace grandecambió el tercio, ya era imposible sentarse y había que dosificar las palmas para llegar con fuerza al final. Tras motivarnos con Valiente y despedir a El hombre del saco llegó La cuadratura del círculo, un resumen perfecto de lo vivido esa noche.
Vetusta consiguió este fin de semana lo que parecía imposible, repasar su última gira, fusionando tres estilos completamente antagónicos pero que gustaron a todos. En definitiva una banda que crece de manera natural, a base de conciertos, de festivales, de kilómetros, de horas de ensayo y de mucho trabajo. Y, sobre todo, crece arriesgando y siendo valiente, porque ser valiente no es sólo cuestión de suerte.